domingo, 4 de mayo de 2014

DíA DE LA MADRE

Vuelvo a escribir en este día porque el confinamiento evoca en mí numerosos sentimientos, ya experimentados, pero ahora probablemente más intensos. Los comparto con todo el que me lea y especialmente con las madres que los percibirán de forma similar a la mía.

Todas somos hijas y la inmensa mayoría adoramos a nuestras madres. No obstante, tengo la osadía de afirmar que absolutamente ninguna de nosotras ha comprendido el verdadero significado de la palabra hijo hasta que ha tenido al suyo en el regazo y que, ni siquiera entonces, ha sido consciente de cuánto abarca el hecho de ser madre. En el paritorio sentimos cómo nuestros hijos salían de nuestras entrañas. Fuimos testigos excepcionales del milagro de la vida, pero cuando nos cortaron el cordón umbilical no podíamos ni imaginar que otro cordón invisible nos dejaría encadenados a esas criaturillas para siempre, que estaríamos pendientes de su salud y cuidados, de sus entradas y salidas y de sus éxitos y fracasos. No pensábamos, entonces, que sus ilusiones, sus frustraciones, sus proyectos y sus sueños llegarían a interesarnos más que los nuestros.

A todas nos resulta maravilloso compartir el día a día con nuestros hijos. El único problema es que la vida parece venir con el turbo incorporado y transcurre demasiado deprisa, como si de una carrera a contrarreloj se tratara. El trayecto parece largo, pero en realidad avanza con una velocidad de vértigo o así me lo parece a mis 53, con una madre de 79 y una hija a punto de cumplir los 27, que ya es independiente. Siento que aunque nuestra condición de hijas o madres sea vitalicia, las posibilidades de disfrutar son tan efímeras que no podemos dejar de exprimir y agradecer cada día que la vida nos regala. 

Retomo la dedicatoria que escribí en un día como hoy:

A todas vosotras: madres de mis 25 tesorillos, madres de mis "niños grandres", madres amigas, madres primerizas, madres expertas, madres en puertas, madres y abuelas, por vuestro amor, dedicación, paciencia, esmero e ilusión. Porque tengo la certeza de que cada una de vosotras habéis vivido esta etapa maravillosa de la vida como lo he hecho yo misma: con toda la pasión, las dudas, la intensidad y la felicidad que hemos sido capaces de sacar de nuestra mente y de nuestra alma. Porque me consta que más allá de nuestro cansancio, a veces, y de nuestros temor, en otras,  estamos pletóricas de alegría y nos dejamos llevar por la fuerza que nos proporcionan los hijos a los que un día les dimos vida. Parirlos fue lo más fácil. Nuestra lucha está en el día a día, en compartir cada una de sus etapas con la convicción de que el camino es largo, de que nosotras los acompañaremos en la salida, que les hablaremos de los obstáculos que podrán encontrarse, que les ayudaremos a superar algunos baches, que nos gustaría allanar su trayectoria por la vida e incluso acompañarlos hasta el final de la misma. Pero no será posible, a nosotros nos corresponde prepararlos física y mentalmente para su ruta: cuidando, alimentando, curando, mostrando, educando, advirtiendo, solucionando, jugando, riendo,  encauzando,... Pero, en definitiva, la meta es solo suya. Hagamos que partan hacia ella sintiendo todo el empuje del amor que les tenemos. 

En esta ocasión me pide el corazón hacer mención especial a las madres que forman parte de mi vida.

Elogio a la adorable mujer que me llevó en su vientre, me amamantó, me crió y a la que, todavía hoy con su Alzheimer, se le llena la boca a diario al nombrar a su HIJA. Cuánto la quiero y cómo desearía retenerla y protegerla.

Alabo a mis tías porque son madres y abuelas coraje y, a su lado, a las compañeras de los juegos de mi infancia, mis primas, por la entrega con la que desempeñan su maternidad.

Cito, por su admirable fortaleza, a la madre que ha acompañado a su hijo en la enfermedad y en el momento de su muerte. Espero no tener que compartir ese sufrimiento extremo con ninguna más, así como no tener que volver a sentir el pánico innombrable en la mirada de la que piensa que va a ser ella la que va a dejar a sus hijos a medio camino. Eso no va a pasar.

Ensalzo a las madres de mi cole, amigas, compañeras o conocidas porque en ellas advierto el trasiego que nos marcan las circunstancias laborales y familiares y, no por ello, merma nuestra dedicación constante.

Aludo, como colofón, por toda la ternura y el cariño que me inspira, a la madre recién estrenada que tengo en mi familia y a mis "hermanas-cuñaíllas", porque hemos tenido el privilegio  de tener a la mejor  abuela y madraza de modelo. Es formidable sentiros, tenernos, tan cerca en todas y cada una de las fases que conlleva esta maravillosa aventura de ser MADRES,

                        A disfrutar de nuestra maternidad hoy y siempre mamitas mías 🤗