El grupo de personas que nos quedamos hasta el final contemplamos fascinados la pequeñez y perfección de una nueva vida, admiramos la pronta recuperación de Gadea, comentamos lo rápido que cambian los niños y nos sorprendimos con lo mucho que había crecido Juanjo, también presente, en sólo cinco meses. En nuestra clase se respiraba vida y alegría. Se percibía la empatía y la unión del grupo. Yo me atrevo a asegurar que todas las madres allí presentes, dio la casualidad que no había padres, evocamos nuestra propia maternidad. Algunas hemos parido en una única ocasión, otras mamás de la clase lo han hecho por duplicado, triplicado, cuadriplicado y hasta octuplicado, pero independientemente del número y del género todas somos conscientes del cambio de vida tan radical que implica la maternidad. La aventura de ser padres exige sacrificio, generosidad, renuncias y una gran dosis de paciencia y responsabilidad. Proporciona a cambio tantas satisfacciones, alegrías, emociones y sensaciones gratificantes, que sería absurdo no disfrutarlas y dar gracias por el privilegio de haber creado una nueva vida y tener el honor de moldearla implicándonos de forma constante y coherente.
Si bien la paternidad es un "cargo" vitalicio, la implicación que requiere va disminuyendo con los años. Que el cansancio y la vorágine del día a día, no nos impida disfrutar de esta primera etapa, tan fundamental como irreversible, en el crecimiento de nuestros hijos. Manifestémosles siempre todo el amor que les tenemos.