Hoy hace una semana que la despedimos.
Ella entró en mi vida en 1980, justo el año que se celebraba el centenario de la Presentación.
El jueves pasado, a esta misma hora, mientras mis alumnos estaban en inglés, le escribí una dedicatoria, que tuve el honor de leer en su misa funeral y que me apetece compartir con todos vosotros:
"Hablar de Elvira…
¿Cómo homenajear a
una mujer que significa tanto para todos los que estamos aquí? ¿Cómo homenajear a la religiosa, a la Hermana, a la hija, a la compañera, a la
maestra, a la catequista, a la amiga, a la gran persona que era, a la gran
persona que es?
¿Cómo hacer referencia a toda una
vida de testimonio, de compromiso y de entrega?
Yo siento que me faltan palabras para
hacer honor a su grandeza, pero supongo que no importa demasiado porque estoy
convencida de que todos somos conscientes
de la grandeza que derrochaba. Ella era genio y figura. Ella tenía para
todos. Ella nos ha dejado a cada uno de nosotros recuerdos imborrables. Desde ayer no hemos parado de
escuchar historias personales, dignas de ser mencionadas, que la tienen a ella,
a nuestra Madre Elvira, como protagonista. Y es que, cada uno de nosotros ha
compartido con ella unas vivencias. Son tantas, y tan variadas, que necesitaríamos
horas para narrarlas. Permitidme que cuente tan sólo una que ella compartió
conmigo allá por el año 82.
Yo estaba interna en el colegio de
Guadix, ella era la encargada de nuestro dormitorio, nos despertaba cada
mañana, nos cuidaba, nos guiaba…Una noche me invitó a su habitación para
hablarme de ella, de su fe, de cómo sintió su llamada. Dijo que Dios se fijó en
ella siendo muy joven, que ella lo sabía, pero que, como en cualquier toma de
decisiones, ella también tuvo sus dudas. Sin embargo, de repente, un día lo
tuvo clarísimo. Sintió que Dios le hablaba expresamente a ella y que lo hacía
con una frase de la Biblia: “Yo soy un Dios celoso”. En ese capítulo 20, versículo 5, del Éxodo,
ella comprendió que su vida tenía que estar dedicada sólo a Él. Supo, al leerlo, que Dios no se lo podía decir más
claro: la quería sólo para Él. Supo que Dios le pedía que le entregase su vida. Y nunca más dudó. Y qué bien lo
entendió. Y qué bien lo hizo. Y qué bien lo has hecho Madre Elvira.
Siete décadas dando testimonio de fe.
Siete décadas evangelizando. Siete décadas compartiendo con tus Hermanas, con
tu familia, con tus niños, con tus maestros, con tus catequistas, con tus
padres, con toda la comunidad educativa y con todos los colegios de La
Presentación tu manera de entender y vivir la fe. Tu manera de sentir y
transmitir el verdadero significado de la vida.
La Elvira torbellino, la Elvira terremoto, la Elvira trabajadora, la Elvira perfeccionista, la Elvira detallista, la Elvira de los carteles, de los adornos florales, de la cámara de fotos, de la voz rasgada, la Elvira, que en palabras de mi compi Víctor, era el MOTOR del colegio, se nos ha ido. Ha dejado de estar presente entre nosotros, curiosamente, el día que celebrábamos el 136 aniversario de su congregación, de nuestra congregación. Pero todos tenemos la certeza de que seguirá viva en nuestros corazones. Nos seguirá cuidando y bendiciendo en otra dimensión. Seguirá estando presente en nuestra Pastoral, en nuestras celebraciones, en nuestra docencia, en nuestros claustros, en todos y cada uno de los rincones de nuestro cole, y de nuestra alma. Seremos capaces de continuar sintiendo su presencia. Y es que, como dice nuestra dire, Mari Carmen, es tan amplio y ejemplar su legado que se seguirá extendiendo a través de todos los que tuvimos el privilegio de convivir junto a ella. No hay nada más que mirar a nuestro lado y comprobar por nosotros mismos la pena que su partida nos ha dejado.
Pero no estemos tristes, cantemos al Señor, proclamemos como ella tantas veces ha hecho, parte del Magníficat: Demos gracias al Señor por haberla tenido en nuestras vidas, que proclame nuestra alma la grandeza del Señor porque seguro que está alegre el espíritu de nuestra Elvira en Dios su Salvador. Demos gracias al Señor porque a través de ti, queridísima Madre Elvira, la misericordia del Señor seguirá llegando a todos nosotros de generación en generación."
Que bonito, Antonia. Como bien dices, todos tenemos anécdotas con ella que hacen que se nos encoja el corazón al saber que ya no está.
ResponderEliminarUna mujer inigualable. Todo fuerza y pasión el lo que hacía. Una gran pérdida sin duda.
😍
ResponderEliminarQue suerte haberla conocido Qye regalo de Dios.
ResponderEliminarAsí es. Ahora se puede leer mejor. Se me habían desconfigurado los párrafos. Pero gracias a las dos por ser siempre tan generosas con vuestros comentarios.
ResponderEliminarQue palabras con más sentimiento. Y que grande la madre Elvira.
ResponderEliminarAntonia, no se puede expresar mejor... La madre Elvira era especial, tenía palabras y sonrisas para todos, incluso regañinas llenas de cariño.
ResponderEliminarUltimamente pienso mucho en lo que nos cuesta a los seres humanos asumir la pérdida, incluso desde la fe... Gracias a la claridad de personas como ella, la tristeza se vuelve agradecimiento.
Gracias, guapas! Cualquiera que lo hubiera escrito, le habría puesto el mismo sentimiento. Ella era capaz de inspirarnos a todos, hasta con sus regañinas, sí. Se exigía y nos exigía en la misma medida. De ahí que fuera capaz de sacar lo mejor que hay en cada uno de nosotros.
ResponderEliminar