"Todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de aprender" escribía Aristóteles en su Metafísica. Un niño comienza a aprender desde el mismo momento de su nacimiento. Los padres y maestros debemos sacar ventaja de ello. En Infantil de nuestro colegio tratamos de despertar la curiosidad natural de nuestros alumnos y su deseo innato de aprender para que nuestra enseñanza sea más fructífera.
Si nos limitamos a los contenidos que nos marca el currículo, si convertimos las clases en rutinarias, si repetimos sistemáticamente el mismo tipo de actividades, asistir al colegio se convierte en un verdadero aburrimiento. Por supuesto que se puede aprender realizando fichas de forma mecánica y atendiendo a clases magistrales, pero así no se interioriza el conocimiento ni se despierta el deseo de adquirir nuevos aprendizajes. Nuestros alumnos necesitan experiencias reales cargadas de emotividad y afecto. Nosotros se las proporcionamos.
Para Francisco Mora, doctor en Medicina y Neurociencia, catedrático de Fisiología en la Universidad Complutense de Madrid y profesor adscrito de Fisiología Molecular y Biofísica en la Universidad de Iowa, la clave está en enseñar con emoción. Para él, un profesor excelente es capaz de convertir cualquier concepto, por soso que sea, en algo interesante.
La canediense, Catherine L'Ecuyer, publicó hace exactamente cuatro años el libro Educar en el asombro, título que he tomado prestado para esta entrada. La revista suiza Frontiers in Human Neuroscience convirtió su tesis en una nueva teoría de aprendizaje. Para la autora, el asombro siempre está presente en la niñez, es el motor que todo niño lleva incorporado. L'Ecuyer colabora actualmente con el grupo de investigación Mente-Cerebro de la Universidad de Navarra. Según ella, la ilusión por aprender está unida al asombro. Emplear el asombro para educar debe ser fundamental. Añade, además, que los niños necesitan partir de la realidad que les rodea para adquirir nuevos conocimientos porque el cerebro humano está hecho para aprender en clave de realidad.
El filósofo y teólogo español, Francesc Torralba, afirma que además de las ocho inteligencias desarrolladas por Gardner, existe una novena inteligencia, la espiritual, que se sirve de la admiración o capacidad para ver lo bello en lo desconocido. Sin la admiración no habría siquiera ciencia alguna. La admiración es la causa de todo conocimiento.
Conscientes de que a través del asombro y la admiración podemos despertar en nuestros niños el afán de aprender más y más, tratamos de deslumbrarlos con la realidad que les rodea.
Sabemos lo que hacemos. Sabemos lo que queremos. #Somospresentación