Allá por los años 80, Ana Mª Valle Díaz de la Guardia era matriculada en Preescolar de nuestro colegio.
¿Quién le iba a decir entonces a Consuelo, la abuelita de Marta, que treinta y pico años más tarde, volvería con frecuencia al cole, pero ahora a recoger a su nieta?
¿Quién le iba a decir entonces a Ana que su cole sería también el colegio de sus hijas?
¿Quién le iba a decir entonces al claustro de profesores que lo que sembraron en Ana iba a dar unos resultados tan extraordinarios?
Extraordinarios en cuanto a alumna que ha llegado a ser farmacéutica, extraordinarios en cuanto a madre porque, junto a Juan, está educando a Marta muy acertadamente y extraordinarios en cuanto a persona, porque no puede ser más correcta y cariñosa.
Lo mejor de esta historia es que no es una excepción. Son muchos los antiguos alumnos que confían en nosotros a la hora de escolarizar a sus hijos. Ese es el aval y la seña de identidad de La Presentación.
He redactado esta entrada con varios interrogantes, pero lo que sí puedo afirmar, y de forma tajante, es que nuestros peques van a recordar sus primeros experimentos en clase por años que pasen. Muchas gracias, Ana.
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